La contracrónica de la copa: el final o todo lo que mal empieza mal acaba

por Arsinoé Orihuela Ochoa

 

Silvano Mello
Silvano Mello

 

Los críticos no tan críticos, los optimistas e incautos que juzgan cualquier discrepancia como una infundada actitud de “pesimismo catastrófico”, afirman que al final todo salió bien durante la celebración de la edición XX de la Copa del Mundo en Brasil. Y vamos a conceder que aciertan, pero sólo admitiendo por cuestiones estrictamente prácticas el tenor de los argumentos más frecuentes. Efectivamente, el certamen transcurrió sin exabruptos mayúsculos. Y los inconformes, que no eran pocos, domeñaron los estertores de la indignación, en respuesta a la solícita exigencia de un pueblo que se rinde sin remedio a los embrujos del futbol.

Las grandes empresas involucradas en el evento cosecharon las astronómicas ganancias previstas con mucho tiempo de anterioridad. La publicidad deportiva, otrora discreta o más refrenada, alcanzó su zenit mercadológico con la novedosa instrumentación de estrategias no convencionales, como la aplicación de grabados alusivos a las compañías con más presencia en la Copa. La gente, con una disposición asombrosa, imprimía imágenes de una botella de refresco o una pantalla plasma en algún sitio visible de las extremidades. Pero el grabado, que era más bien una suerte de tatuaje, no se removía sencillamente con agua, jabón o cremas ordinarias. Sólo el tiempo lo borraría. A una semana de finalizada la Copa, algunos todavía caminan por las calles con la indeleble imagen publicitaria a la vista, a la manera de un espectacular ambulante. El “guerrilla marketing” (como se conoce en Estados Unidos), antiguamente reservado para pequeñas o medianas empresas, se inauguró con éxito en el marco de un evento deportivo y en beneficio de las firmas más poderosas.

También la industria hotelera tuvo rendimientos increíbles. Con un aumento que fluctuó entre 200 y 400 por ciento en los precios de alojamiento, los dueños de los grandes hoteles, y de los no tan grandes albergues, recaudaron posiblemente lo correspondiente a un año de utilidades. Quienes no pudieron pagar los absurdos montos, acaso a modo de compensación, tuvieron el privilegio de presenciar los incandescentes amaneceres desde la comodidad de algún banquillo en la vialidad pública, o desde los improvisados campings instalados en las orillas de la playa, a menudo con un cordial “buenos días” enunciado por algún policía militar con rifle automático en mano.

También los operadores políticos de la FIFA hicieron su agosto. Según cifras oficiales, sólo el 18 por ciento de la infraestructura quedó en estado inconcluso. Pero la cifra es falsaria. Si uno transita las ciudades sedes descubre de primera mano que la mayoría de las obras están inacabadas, que los proyectos urbanísticos que estaban programados para la Copa todavía ni siquiera arrancan con la primera piedra. Los recursos previstos para el certamen, según la lectura de los ciudadanos, acabo en las arcas privadas de los políticos al servicio del órgano internacional. Aunque también a ellos –a los ciudadanos brasileños– frecuentemente los descalifican con el epíteto en boga: “pesimistas catastróficos”.

Las oligarquías domésticas de igual forma recogieron beneficios a granel. La empresa Odebrecht, oriunda de Bahía (uno de los estados más pobres del país), consiguió apuntalarse como el competidor casi exclusivo en las licitaciones para la infraestructura de la Copa, y de los Juegos Olímpicos en puerta. Dueña indiscutida de las concesiones, la empresa brasileña se perfila para multiplicar sin reservas sus ganancias en los años venideros, ante la mirada negligente, no pocas veces cómplice, de los poderes públicos. Por añadidura, estos proyectos infraestructurales han contribuido directamente a impulsar una iniciativa programática de las élites: a saber, la ocupación sin freno de las ciudades para beneplácito de fracciones poblacionales minoritarias, y por consiguiente el arrinconamiento cada vez más agresivo de las clases populares. Más aún, como insistentemente señala el movimiento anti-copa, la agenda de la Copa, que es la agenda de unos pocos, sirvió para desplazar la demanda general de la gente: educación, salud, satisfactores básicos. La asignación de recursos no es neutral: o bien sirve a los fines de la población o bien se aboca al interés de un grupúsculo de acaparadores. La Copa de futbol, que lo que menos prioriza es el futbol, sólo se ocupó de lo segundo, y lo primero –el interés general– figuró únicamente en el discurso de una clase política con vocación de sofista.

Después de la vergonzosa derrota de Brasil (ese inexcusable 7-1 que propinó Alemania), la gente recuperó el ánimo de la crítica. ¿Para qué traer la Copa a Brasil cuando la situación del país es acaso tan desfavorable como la situación del equipo? Doble atropello: por un lado, latrocinio irrestricto, y por otro, humillación deportiva. No es un asunto menor que los dos archirrivales de Brasil disputaran la final de la Copa. Ahora existe una polémica en torno a las magnitudes de la deshonra. ¿Qué fue más vergonzoso: el “maracanazo” o el “mineirazo”?

Dice el refrán que lo que mal empieza mal acaba. Puedo escuchar los necios señalamientos de “pesimista”, “catastrófico”, etc.

En cierto sentido la Copa del Mundo Brasil 2014 es una metáfora de las sociedades modernas: aunque todo marcha mal las cosas avanzan; lo que es estrictamente vital se arrolla en provecho de lo insubstancial; y al final el desastre se traduce en éxito.

Pero la derrota o la victoria, el fracaso o el éxito, es un asunto de los dioses… y de uno que otro analista apoltronado en el confort de la complacencia. Acá interésanos destacar lo valioso, rendir honor a quien honor merece. Y naturalmente la felicitación es para el pueblo brasileño, que con su fecunda alegría, generosidad, logró enmendar un escenario de virtual desastre, y ofrecer a los viajeros foráneos la mejor de las experiencias. A ellos, los menos beneficiados con la Copa, los más apenados con el mediocre e intrascendente rendimiento de su selección, extiéndoles mi más profunda gratitud y admiración.

Brasil son ustedes. Brasil somos todos.

 

Qatar

BRA_OPOVO Copa eleições Ceará

BRA_DC Copa Eleições

Por que os despejos no Brasil são com armas letais?

Imagem símbolo da Chacina de Pinheirinho
Imagem símbolo da Chacina de Pinheirinho

 

Todo despejo é desumano, e (pasmem!) tem que ser autorizado por um juiz.

O mundo civilizado condena os despejos involuntários, que jogam milhares e milhares de famílias nos quintos do inferno.

Nesta Copa do Mundo, governadores e prefeitos solicitaram – e foram prontamente atendidos pela justiça – a demolição de mais de 250 mil casas, no País dos Sem Teto.

Mas antes da Copa haviam despejos, rememore a chacina de Pinheirinho, comandada pelo presidente do maior tribunal do mundo, o de São Paulo, com 360 desembargadores. Isso para beneficiar um doleiro, um especulador imobiliário.

Depois da Copa os despejos continuarão, que o Brasil desconhece o que seja Justiça Social.

Todo lar é sagrado.

A sociedade e a família se parecem ao arco de um palácio; tiras uma pedra e tudo se derruba. El Talmud

Jesus, ao encarnar-se na casa de María e José, manifestou e consagrou a família como santuário da vida, e célula fundamental da sociedade. Juan Pablo II

 

novo pinheirinho

 

DESALOJO COM “ARMAS LETAIS”

Una jueza dejó en suspenso el desalojo de la toma por el desacuerdo entre la Metropolitana, que proponía la participación de efectivos con armas de fuego, y la Federal, que lo consideró “un atentado a la razón y una falla táctica”.

 

por Eduardo Videla
La Justicia porteña decidió dejar en suspenso el desalojo del asentamiento Papa Francisco, en Villa Lugano, ya que la Policía Metropolitana y las fuerzas federales no se pusieron de acuerdo en la forma de abordar el operativo: la fuerza porteña proponía que parte de sus hombres utilizaran armas letales, a lo cual se opuso la conducción de la Policía Federal. “No repetir experiencias trágicas ni senderos que ya se demostraron errados es un acto de racionalidad y de prudencia. No resulta un tema menor el desacuerdo respecto del empleo de armas de fuego en la ejecución de un desalojo de estas características”, evaluó la jueza María Gabriela López Iñíguez, haciendo expresa referencia a lo ocurrido en el Parque Indoamericano, en 2011, al rechazar un nuevo pedido de la fiscalía para que ejecute el desalojo. La jueza también rechazó, con durísimos argumentos, la pretensión de que la causa pase al fuero Penal nacional porque –según la fiscalía– se habrían cometido, además del delito de usurpación de las tierras, los de asociación ilícita, tenencia de armas e infracción a la ley de drogas, ilícitos sobre los cuales el fiscal “no ofreció ninguna prueba”.

López Iñíguez, jueza en lo Penal, Contravencional y de Faltas de la Ciudad, adoptó esas decisiones en respuesta a una doble presentación del fiscal Carlos Rolero: el funcionario pidió, por un lado, que se dicte una nueva orden de desalojo del predio tomado el 24 de febrero último, y por otro, le reclamó a la jueza que se declare incompetente, ante la posibilidad de que se hubieran cometido delitos que son de competencia de la Justicia nacional.

De acuerdo con el fallo, que difundió el Departamento de Información Judicial del Consejo de la Magistratura porteño, la jueza subrayó la necesidad de no frustrar el avance del proceso de desalojo pacífico del predio, en el cual trabaja su colega, la jueza en lo Contencioso Administrativo y Tributario Elena Liberatori. Esta magistrada dispuso realizar un censo habitacional en el predio tomado así como en la Villa 20, en el marco de la causa por el cumplimiento de la Ley 1770, de saneamiento y urbanización de ese barrio. El censo se llevó a cabo días atrás y arrojó que en predio tomado viven 1900 personas.

En la resolución, la jueza sostiene la existencia de una “contradicción” en el planteo de incompetencia impulsado por la fiscalía: por un lado, se pide el cambio en la calificación legal –de un delito de “usurpación”, de competencia local, a “asociación ilícita”, “estafas”, “extorsión”, y “malversación de caudales”, entre otros delitos de competencia de la Justicia nacional–, y por otro, a Marcelo Chancalay, el único detenido en la causa, se le imputa sólo el delito de usurpación del predio tomado a partir del 24 de febrero de 2014. “No logra comprenderse por qué (el fiscal) no intimó a uno de los principales imputados de la causa en orden a tales supuestos típicos. Esto sólo, a mi modo de ver, ya debería señalarnos que la pretendida incompetencia no puede tener favorable acogida, por resultar cuanto menos infundada y prematura.”

En la sentencia también se resalta que “el fiscal no ofreció ni una sola prueba” que sostenga la hipótesis de existencia de una asociación ilícita, y remarca que “ni los allanamientos; ni las escuchas telefónicas; ni la declaración del único imputado; ni los testigos que fueron escuchados (en general, de modo informal y sin control de las Defensas) abonan esta hipótesis”.

Para López Iñíguez, resulta “temeraria” la descripción de los hechos realizada por el fiscal, quien pretende un cambio de competencia argumentando que “dentro del predio existiría una violación a la Ley 23.737 (de drogas)” y que “no pude descartarse la autoría de alguno de los imputados en esos delitos” (ya mencionados). Para la jueza, los argumentos del fiscal son “una forma de derecho penal de autor basada en un prejuicio por pertenencia socioeconómica”.

Finalmente, la jueza abordó el pedido de libramiento de una nueva orden de desalojo, formulada por el fiscal el 13 de mayo, la misma fecha en la que se planteó la incompetencia. Sobre este punto, la magistrada menciona que en el Plan Estratégico diseñado por la Policía Metropolitana con miras a un operativo de desalojo, el jefe de esa fuerza, Horacio Jiménez, sostuvo que la “disponibilidad operativa” de la Metropolitana “está mermada en lo que respecta a recursos humanos con experiencia en equipos de combate”, por lo que se requeriría de “elementos suficientes y adecuados de otras fuerzas federales”, sin los cuales “esta manda judicial se torna inviable”. La jueza advierte que en su informe, la Metropolitana se refiere a las personas a desalojar como “el oponente”.

También se incorpora en la resolución la posición de las fuerzas federales que, en un dictamen técnico, desaconsejan el plan elaborado por la policía porteña. Para la Superintendencia de Seguridad Metropolitana de la Federal, constituye “un atentado a la razón y una falla táctica de ejecución portar ese tipo de armas” (letales).

Ante la falta de acuerdo, la jueza resolvió que dictará “una nueva orden de allanamiento”, cuya fecha quedará “supeditada a que se encuentren reunidas las condiciones para garantizar la vida y la integridad física de las personas”.