A 13 años del asesinato del humorista Jaime Garzón

Garzón era un humorista de la tragedia, y su risa de lustrabotas mueco era el eco del dolor de un país. Escoger como personaje y prototipo la figura de un limpiador de zapatos para escupir sobre la crema y nata de la sociedad colombiana es la imagen más precisa de lo que significaba el humor hiriente de Garzón.

 

“Finalizando el milenio, Colombia es el gran cementerio del mundo. Sus puertas siempre están abiertas. La muerte natural en nuestro país está en desuso, es anacrónica”
Alfonso Carvajal, El Tiempo, 14 de agosto de 1999.

¿Por qué lo mataron? Cuando Francisco Santos habló en su columna de unos militares implicados los altos mandos castrenses lo llamaron “incendiario”. El Tiempo había salido un día después del asesinato a postular sus teorías:

“Las autoridades manejan tres hipótesis. La primera apunta a los paramilitares. La segunda señala a un sector de la Fuerza Pública inconforme con sus acercamientos con las Farc y el Eln. Y la última está dirigida a un grupo de las Farc que intenta torpedear el proceso de paz.”

Fueron los paramilitares, fue el estado en cabeza del ejército o fue la guerrilla. ¡Qué sapiencia! El artículo parece más bien un chiste póstumo de Garzón, con una lógica demoledora que proclama que en todo caso quizá lo más probable es que a lo mejor quien sabe: ¡fue alguien al fin de cuentas!

Las teorías que surgieron después, ciertas o falsas, no sirven para esclarecer nada, pero si demuestran que Garzón era un eslabón clave en varios asuntos sumamente sensibles de la realidad nacional: los militares lo odiaban por sus amistades con la guerrilla (cuando era alcalde del Sumapaz en 1989 llegó a acuerdos para cogobernar la zona con las FARC y luego fue el moderador en el primer encuentro entre el gobierno y esa guerrilla en el Caguán en 1999, además se reunía periódicamente con los jefes del ELN presos en Itagüí); los guerrilleros más intransigentes no lo querían porque estaba buscando una desmovilización; los paramilitares lo consideraban un instrumento de los secuestradores ya que ayudó a concretar numerosas liberaciones en las que familiares pagaban millonarios rescates; la ultraderecha lo consideraba un subversivo y la extrema izquierda un bufón del régimen; Todo indica que Garzón tenía conocimiento de un sector del Ejército que vendía armas y secuestrados a la guerrilla; incluso se llegó a decir que era primo del comandante insurgente “Romaña” cuyo segundo apellido por coincidencia también era Garzón.

Finalmente, por las calles bogotanas, entre viejos amargados, lustrabotas, vigilantes, cocineras y estudiantes desgreñados, se murmuraba otra hipótesis el día de su entierro, probablemente más verdadera que todas: “lo mataron porque él sí decía la verdad”. El régimen no tolera ni a sus bufones.

¿Quién mató a Garzón? La historia no acabó con su asesinato. Una valiente periodista llamada Claudia Duque a la que el DAS y el Estado Colombiano quieren asesinar desde el 2001, ha llegado bastante hondo en el caso y sus pesquisas llevan al honorable señor José Miguel Narváez, funcionario del DAS, al que varios jefes paramilitares señalan por su cuenta como el hombre detrás de Carlos Castaño en el asunto (y en muchos otros asuntos). Narváez trabajó de la mano con Jorge Noguera, director del DAS intimo del señor ex-presidente Uribe; era sin duda un “buen muchacho” íntimo también de Mancuso, Jorge 40 y “El Alemán”. Como tantos otros crímenes, Castaño resultó el único responsable; el problema es que Castaño está muerto hace varios años, lo que quiere decir que es el chivo expiatorio que garantiza la impunidad de todo el aparato estatal, implicado por donde se le mire.

¿Y quién mató a Jaime? Deberíamos acaso hablar de aquel exitoso político antioqueño amigo de Pablo Escobar, abanderado de las convivir y de la lucha antisubversiva al que los personajes de Garzón identificaban una y otra vez con los paramilitares. El mojigato paisa se reía seguramente, como reíamos todos, y se reía Garzón con esa boca rota, sin dientes, compulsivo y nervioso mientras brillaba con rabia los zapatos de la rancia clase política. Detrás de la risa de ambos, de esa máscara cómica que usó Garzón para atacar y actuar, había un odio profundo.

Te hiciste el estúpido, Jaime, pero te pasabas de vivo. Está prohibido burlarse de los poderosos, bufón del régimen, y es más imperdonable todavía conspirar contra ellos. Eso fue lo que cobraron el 13 de Agosto de 1999 a las 5: 45 de la mañana. Se pagaron con lo que encontraron a mano, la vida y sonrisa del limpiabotas.

Resulta poético, por no decir trágico, que poco antes de su muerte Jaime haya cantado durante su última entrevista una salsa de César Mora que empieza así: “quiero morirme de manera singular, quiero un adiós de carnaval…”. La vida no es verdad, la vida es un chiste , acostumbraba repetir frecuentemente. ¿Y entonces la muerte, nuestro común denominador, qué es Jaime?

 Transcrevi trechos. Leia mais. Veja vídeos. 

Publicado por

Talis Andrade

Jornalista, professor universitário, poeta (13 livros publicados)

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