
Quando, no Brasil, os barões da mídia impõe a ditadura do pensamento único, na Argentina está em prática a democratização, para que a voz do povo seja ouvida, principalmente as pessoas mais carentes.
Participam do debate as universidades, que no nosso País elitista e conservador, funcionam como feudos dos reitores chamados de magníficos – um dos títulos que aclamavam a divindade dos césares.
El rector de la Universidad Nacional de General Sarmiento, Eduardo Rinesi, uno de los siete directores de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca), dice que la contracara del rol de la ley de medios como reguladora de los actores más poderosos es la promoción de “voces más pequeñas”.
–Se trata de un desafío muy interesante y una lindísima oportunidad para acercar al directorio de la autoridad de aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual lo que venimos haciendo, que es mucho y muy bueno, en el sistema de universidades públicas, tanto a nivel teórico y académico sobre la problemática de los medios en general y de los medios audiovisuales en particular, como en la producción de medios: el desarrollo de canales de televisión y radios propias en el último tiempo ha sido muy grande gracias al estímulo de la política pública que nos ha permitido desarrollos muy interesantes. Entonces, esto ha generado un sistema en algunas universidades más fuerte que en otras, algunas con una historia larga en el tema y otras que recién empiezan, cuyo desarrollo es interesantísimo en la materia, desde el que espero poder aportar a la discusión hacia adentro de la Afsca.
–La preocupación por la educación superior universitaria y aquella otra por la democratización del sistema de medios en la que está empeñada la Afsca como autoridad de aplicación de la ley suelen ser presentadas como dos dimensiones diferentes, cuando sólo lo son en apariencia. En realidad están completamente vinculadas. Son, diría, dos caras de la misma moneda: la preocupación por la generalización, expansión y universalización del derecho a la educación superior, que es lo que las universidades públicas estamos procurando, y la preocupación por la democratización del sistema de medios que, creo, también es la preocupación por la universalización de un derecho, el de comunicar y recibir información múltiple, plural, diversa. La militancia en ambos casos apunta a procurar una sociedad más democrática en la que rijan de manera universal el conjunto pleno de derechos; se trata de dos componentes de una misma pelea. El ida y vuelta entre la academia como un lugar que investiga la problemática de los medios, pero también como productora de ellos y de profesionales que les dan vida y sentido, y la autoridad que verifica la aplicación de una ley que busca diversificar las voces, es plenamente necesario. Es más: cuanto más ida y vuelta haya, mejor.
–Con respecto a los desafíos de la ley me gustaría insistir en una cosa: el caso Clarín, la tremenda espectacularidad que ha tenido el asunto, la fortísima militancia del grupo y de todos sus medios en relación con la presunta ilegalidad o inconstitucionalidad de la ley, y todo el alboroto armado en relación con eso, le ha dado una importancia extraordinaria en el ámbito público a la gestión del carácter antimonopólico de la norma. Se discutió en todos lados si es justa o no, si es abusiva, si es inclusiva. Esta discusión es muy importante: es fundamental tener una ley antimonopólica que garantice el efectivo funcionamiento del mercado de los medios y que, a la vez, proteja a los menos poderosos, permitiendo una competencia razonable entre actores de diferente porte. Al mismo tiempo es importante la enorme capacidad que tiene la ley, y lo mucho que promueve la aparición y el sostenimiento de nuevas voces de sectores menos privilegiados, más débiles. Se ha prestado mucha atención a la capacidad de la ley de disciplinar al más grandote de los medios, pero junto a esa virtud tiene otras: la de promover voces más pequeñas que, sin ella, difícilmente hubieran logrado las condiciones para tener un lugarcito en el espacio público. Esta capacidad multiplicadora de la ley de medios es la contracara de su capacidad de regular el juego de los actores más poderosos y es, si se quiere, su desafío más grande.