Sem a literatura, o espírito acaba
entrando para as gangs de rua
quadrilhas da religião e da política
assaltantes treinados pela indústria
do espetáculo. ladrões do dinheiro
público, fundamentalistas crônicos
burros com pose de malandros
idiotas em cargos importantes
Sem a literatura, o coração seca
antes do corpo e afunda no mar
da mediocridade explícita, a falta
do amor expressa em cegueira
Não que os livros nos salvem
do destino humano de perder
todas as batalhas ou nos circundem
de uma aura santa, nada disso
A sintonia com almas mediúnicas
nos transporta para outro mundo
este mesmo, mas sem as camadas
que nos tolhem a vista. Revela o sol
que há na lua, a seiva com espuma
a flor de milagrosa cura, a arte
que teus olhos contemplam, musa
e geram a explosão oculta, a poesia
.
— Dos verdadeiros e grandes poetas, o dom da linguagem profética de Nei Duclós
Ni mi grito ni mi fievre me pertenecen. Esta desintegración de mis fuerzas secundarias, de esos elementos disimulados del pensamiento y del alma, ¿pueden ustedes concebir, acaso, su constancia?
Ese algo que está a medio camino entre el color de mi atmósfera típica y el despertar de mi realidad.
No tengo tanta necesidad de alimento como de una especie de elemental conciencia.
Ese nudo de la vida al que la emisión del pensamiento se aferra.
Un nudo de asfixia central.
Instalarme simplemente en una verdad clara, es decir que se mantenga sobre uno solo de sus filos.
Ese problema del enflaquecimiento de mi yo no se presenta ya bajo su aspecto únicamente doloroso. Siento que factores nuevos intervienen en la desnaturalización de mi vida y que poseo algo así como una nueva conciencia de mi íntimo debilitamiento.
Veo en el hecho de lanzar los dados y de lanzarme en la afirmación de una verdad presentida, por muy aleatoria que sea, toda la razón de mi vida.
Permanezco durante horas bajo el efecto de una idea, de un sonido. Mi emoción no se desarrolla en el tiempo, no transcurre en el tiempo. Los reflujos de mi alma están en perfecto acuerdo con la idealidad absoluta del espíritu.
Ponerme frente a la metafísica que me he construido en función de la nada que llevo en mí.
De este dolor hincado en mí como una astilla, en el centro de mi más pura realidad, en ese lugar de la sensibilidad donde los dos mundos del cuerpo y del espíritu se unen, he aprendido a distraerme gracias a una falsa sugestión.
En el espacio de este minuto que dura la iluminación de una mentira, me fabrico un pensamiento de evasión, me precipito sobre una pista falsa que mi sangre indica. Cierro los ojos de mi inteligencia y, dejando que hable en mí lo informulado, me brindo la ilusión de un sistema cuyos términos me sería imposible asir. Pero de ese minuto de error me queda el sentimiento de haber hurtado algo real a lo desconocido. Creo en conjuraciones espontáneas. En las rutas hacia las que mi sangre me arrastra no es posible que algún día no descubra una verdad.
La parálisis se apodera de mí y me impide cada vez más volverme hacia mí mismo. Ya no tengo un punto en que apoyarme, una base…, no sé dónde me busco. Mi pensamiento ya no puede ir adonde mis emociones y las imágenes que surgen en mí lo empujan. Me siento castrado hasta en mis más pequeños impulsos. Acabo por ver el día a través mío, a fuerza de renunciamientos en todos los sentidos de mi inteligencia y de mi sensiblidad. Es necesario que se comprenda que es el hombre viviente el que está afectado en mí, y que esta parálisis que me asfixia se encuentra en el centro de mi personalidad corriente y no de mis sentidos de hombre predestinado. Estoy definitivamente al costado de la vida. Mi suplicio es tan sutil, tan refinado como recio. Me son necesarios esfuerzos insensatos de imaginación, multiplicados por el abrazo de esta asfixia sofocante para llegar a pensar mi mal. Y si me obstino así en esta búsqueda, en esta necesidad de fijar una vez por todas el estado de mi sofocación…
Te equivocas al hacer alusión a esta parálisis que me amenaza. Me amenaza, en efecto, y aumenta cada día que pasa. Existe ya y como una horrible realidad. Es cierto que hago aún (pero, ¿por cuánto tiempo?) lo que quiero con mis miembros, pero hace mucho tiempo que ya no gobierno mi espíritu, y que mi inconsciente todo entero me gobierna con impulsos que vienen del fondo de mis agudos dolores nerviosos y del torbellino de mi sangre. Imágenes apresuradas y rápidas y que no le pronuncian a mi espíritu sino palabras de cólera y de odio ciego, pero que pasan como cuchilladas o relámpagos en un cielo cargado.
Estoy estigmatizado por una muerte urgente en la que la muerte verdadera carece para mí de terror.
Siento que la desesperación de esas formas aterradoras que se adelantan está viva. Se desliza en ese nudo de la vida a partir del cual las rutas de la eternidad se abren. Es realmente la separación para siempre. Esas formas deslizan su cuchillo en ese centro donde me siento hombre, cortan las ataduras vitales que me unen al sueño de mi lúcida realidad.
Formas de una desesperación capital (realmente vital),
encrucijada de las separaciones,
encrucijada de la sensación de mi carne,
abandonado por mi cuerpo,
abandonado por cualquier sentimiento posible en el hombre.
No puedo compararlo sino a ese estado en cual nos hallamos en medio de un delirio provocado por la fiebre, en el curso de una profunda enfermedad.
Es esta antinomia entre mi facilidad profunda y mi exterior dificultad que crea el tormento que me hace morir.
El tiempo puede pasar y las convulsiones sociales del mundo devastar los pensamientos de los hombres, yo estoy a salvo de todo pensamiento ligado a los acontecimientos. Que me abandonen con mis nubes apagadas, con mi inmortal impotencia, con mis absurdas esperanzas. Pero que sepan que no abdico de ninguno de mis errores. Si he juzgado mal es culpa de mi carne, pero esas luces que mi espíritu deja filtrar de tanto en tanto son mi carne cuya sangre se recubre de relámpagos.
Él me habla de narcisismo, yo le contesto que se trata de mi vida. Tengo el culto no del yo sino de la carne, en el sentido sensible de la palabra carne. Ninguna cosa me toca sino en la medida en que afecta a mi carne, que coincide con ella, y sólo en ese punto exacto en que la conmueve, no más allá. Nada me toca, nada me interesa sino aquello que se dirige directamente a mi carne. Y en ese momento me habla del Sí-mismo. Le contesto que el Yo y el Sí-mismo son dos términos distintos y que no deben ser confundidos, y que son precisamente los dos términos que se balancean en el equilibrio de la carne.
Siento bajo mi pensamiento la tierra hundirse, y me veo conducido a encarar los términos que empleo sin el apoyo de su sentido íntimo, de su substrato personal. E incluso mejor que eso, el punto en donde ese substrato parece unirse con mi vida se vuelve de repente extrañamente sensible y virtual. Concibo la idea de un espacio imprevisto y fijado, allí donde en tiempo normal todo es movimiento, comunicación, interferencia, trayecto.
Pero esta desintegración que ataca mi pensamiento en sus bases, en sus comunicaciones más urgentes con la inteligencia y con la instintividad del espíritu, no ocurre en el terreno de un abstracto insensible en el que participarían solamente las partes elevadas de la inteligencia. Más que el espíritu que permanece intacto, herizado de puntas, es el trayecto nervioso del pensamiento lo que esta desintegración ataca y desvía de su camino. Es en los miembros y en la sangre que esta ausencia y este estacionamiento se hacen especialmente sentir.
Un gran frío,
una atroz abstinencia,
los limbos de una pesadilla de huesos y de músculos, con el sentimiento de las funciones estomacales que suenan como una bandera en las fosforescencias de la tormenta.
Imágenes larvarias que se empujan como con el dedo y que no están en relación con ninguna materia.
Soy hombre gracias a mis manos y a mis pies, a mi vientre, a mi corazón de animal, a mi estómago cuyos nudos me unen a la putrefacción de la vida.
Me hablan de palabras, pero no se trata de palabras, se trata de la duración del espíritu.
No hay que imaginarse que el alma no esté implicada en esta corteza de palabras que caen. Junto al epíritu está la vida, está el ser humano en el círculo del cual este espíritu da vueltas, unido con él por una multitud de hilos…
No, todos los desgarramientos corporales, todas las disminuciones de la actividad física y esta molestia de sentirse dependiente en su cuerpo, y este mismo cuerpo cargado de mármol y acostado en una mala madera, no igualan la pena que hay en el hecho de estar privado de la ciencia física y del sentido de su equilibrio interior.Que el alma falte a la lengua o la lengua al espíritu, y que esta ruptura trace en las llanuras de los sentidos una especie de vasto surco de desesperación y de sangre, ésta es la gran pena que mina no la corteza o las vigas de maderas sino la TELA de los cuerpos. Se puede perder esta chispa errante de la cual sentimos que ERA un abismo que se apodera de toda la extensión del mundo posible, y el sentimiento de una inutilidad tal que es como el nudo de la muerte. Esta inutilidad es como el color moral de ese abismo y de esa intensa estupefacción, y su color físico es el gusto de una sangre que brota en cascadas a través de las aberturas del cerebro.
Por más que me digan que ese lugar peligroso está en mí mismo, yo participo de la vida, yo represento la fatalidad que me elige y no es posible que toda la vida del mundo me cuente, en un momento dado, junto con ella ya que, por su naturaleza misma, amenaza el principio de la vida.
Existe algo que está por encima de toda actividad humana: es el ejemplo de esa monótona crucifixión en la que el alma no acaba nunca de perderse.
La cuerda que dejo entrever de la inteligencia que me ocupa y del inconsciente que me alimenta deja ver, en medio de su tejido de formas que se ramifican, hilos cada vez más sutiles. Y es una nueva vida que renace, cada vez más profunda, elocuente, enraizada.
Jamás podrá esta alma que se ahorca dar alguna precisión, ya que el tormento que la mata y la descarna, fibra tras fibra, ocurre por debajo del pensamiento, por debajo de ese lugar al que puede llegar la lengua, puesto que es la ligadura misma de lo que la hace y la mantiene espiritualmente aglomerada, lo que se rompe a medida que la vida la llama a la constancia de la claridad. Nunca habrá claridad respecto a esta pasión, a esta especie de martirio cíclico y fundamental. Y sin embargo vive, pero con una duración con eclipses en la que lo huidizo se mezcla perpetuamente a lo inmóvil, y lo confuso a esa lengua aguda de una claridad sin duración. Esta maldición posee una alta enseñanza para las profundidades que ella ocupa, pero el mundo no oirá la lección.
La emoción que conlleva la eclosión de una forma, la adaptación de mis humores a la virtualidad de un discurso sin duración es para mí un estado mucho más precioso que la satisfacción de mi actividad.
Es la piedra de toque de ciertas mentiras espirituales.
Esa especie de paso atrás que da el espíritu más acá de la conciencia que lo fija, para ir en busca de la emoción de la vida. Esa emoción que reside fuera del punto particular en que el espíritu la busca, y que emerge, recién moldeada, con su densidad rica de formas; esa emoción que le da al espíritu el sonido conmovedor de la materia; toda el alma se desliza en su molde y pasa en su fuego ardiente. Pero aún más que el fuego, lo que transporta al alma es la limpidez, la facilidad, lo natural y la glacial candidez de esa materia demasiado fresca cuyo soplo contradictorio es ya caliente ya frío.
Aquel sabe lo que la aparición de esa materia significa y de que subterránea masacre su eclosión es el precio. Esa materia es la medida de una nada que se ignora.
Cuando me pienso mi pensamiento se busca en el éter de un nuevo espacio. Estoy en la luna como otros están en su balcón. Participo de la gravitación planetaria con las grietas de mi espíritu.
La vida va a hacerse, los acontecimientos van a desarrollarse, los conflictos espirituales van a resolverse, y yo no participaré en nada de eso. Nada tengo para esperar, ni del lado físico ni del lado moral. Para mí es el dolor perpetuo y la sombra, la noche del alma, y ni siquiera tengo una voz para gritar.
Dilapiden sus riquezas lejos de este cuerpo insensible al que ya ninguna estación, ni espiritual ni sensual, le hace nada.
Yo he elegido el terreno del dolor y la sombra como otros eligen el del resplandor y el de la acumulación de la materia.
Yo no trabajo en la extensión de ningún terreno.
Sólo trabajo en la duración.
O sucesso começou na noite de autógrafos do lançamento do livro, dia 28 de março último.
Reportagem da Tv Pernambuco anunciou: Dicionário Amoroso do Recife, “um livro que não foi escrito com a cabeça, mas com o coração”.
Por que tão esperado o Dicionário Amoroso? “Por que um livro sob encomenda para um amante do Recife”.
Sobre o livro, o maestro SPOK falou:
“Em muitos capítulos, eu me senti como se estivesse vendo o Recife. Ou então falando do Recife para os recifenses, e também para qualquer pessoa de fora, em São Paulo, no Rio, ou de fora do Brasil.
Eu li o que Urariano Mota escreveu para Nelson Ferreira como uma aula de mestre sobre um dos gênios do carnaval pernambucano. Em várias páginas do dicionário, tem hora que dá vontade de chorar, tem hora que dá vontade de rir, quando ele fala das histórias e pessoas do Recife.
Como na história engraçada de uma entrevista com Ariano Suassuna. Como na parte de Antonio Maria, no diálogo com um guia turístico no Recife Antigo. Como no Sotaque do Recife também. E na história dos velhinhos no ônibus, em Gente do Recife.”
De A até Z, o livro é um passeio pelas Igrejas, pela primeira Sinagoga das Américas, pelos terreiros, pelos mercados públicos, pelo elogio emocionante dos heróis do povo da cidade. Um dicionário da humanidade do Recife.
O AUTOR
Urariano Mota
A FILA
OS AUTÓGRAFOS
NOVOS LEITORES
Estudantes de Letras da UFPE
PRESENÇAS
Leonardo Filho assina as ilustrações do Dicionário AmorosoEntrevistado pela Rádio FolhaMaestro Spok escreveu a orelha do livroCom a esposa Francêsca
“Quem é do Recife, quem já viveu no Recife ou quem passou um tempo no Recife, sempre dirá: eu tenho um caso pessoal com esta cidade”.
O Dicionário Amoroso do Recife é obra de toda uma vida na cidade, “um lugar possuidor de visco e modo de ser” que acompanhou e acompanha Urariano Mota sempre.
No Dicionário, os significados vêm “na nuvem da memória e do sentimento. A memória a falar daquilo que a marcou. Falando para todos os humanos a humanidade do Recife”.
Amanhã, sexta-feira, às 19 horas, na Livraria Cultura, no Paço da Alfândega, no Recife Antigo, o romancista Urariano Mota estará autografando o Dicionário Amoroso do Recife.
O Dicionário é fruto de um escritor que ama a cidade acima de tudo. Não foi à toa que o grande maestro Spok, o cara e a cara do frevo renascido, se referiu ao livro como se visse o Recife falando para os recifenses e para qualquer pessoa de fora, no Rio, em São Paulo, ou além das fronteiras do Brasil. Como um novo Pernambuco falando para o mundo.
De A até Z, o livro é um passeio pelas Igrejas, pela primeira Sinagoga das Américas, pelos terreiros, pelos mercados públicos, pelo elogio emocionante dos heróis do povo da cidade.
Um dicionário da humanidade pernambucana. Da gente do Recife, “da encantadora gente do Recife, que às vezes sufoca a gente de emoção e ternura, de um carinho que rasga o solo como uma flor no asfalto duro”.
De Eutanasinha, a criança flagrada na inocência da fantasia de princesa do carnaval. De Clarice Lispector a ver o frevo na rua. Da descoberta de uma qualidade rara em Dom Hélder Câmara. E muitas homenagens, recuperação de pessoas ilustres e queridas do Recife, desta vez salvas para sempre como exemplos e modelos de pessoas da cidade.
Quem? Não perguntem quem, perguntem como são e vivem essas pessoas. Do ser que são virá a sua fama.
Humor, poesia, drama, como de resto é feita uma cidade grande cujo crescimento se dá na memória e no afeto.
E mais: o novo centro do Recife.
E qual o gênero da cidade? Recife é macho ou fêmea?
Revelações como a passagem de Gagárin no Recife, a origem do nome Zumbi para um bairro. E as mulheres do Marrocos, o teatro de sexo do sonho dos meninos. O Mercado da Boa Vista. As redações do Recife, lembrando nomes que os jovens fotógrafos e jornalistas nem sabe que existiram. Eis o trecho de um verbete:
“No registro cotidiano do Recife, muito espanta hoje o seu sentido de flagra, mais rápido que o de um fotógrafo de esporte no momento do gol. No precioso arquivo de Olegária, aparecem ladrões meninos ou adultos no instante do furto. Como se fosse de repente, naquele momento tão suave e sub-reptício que ninguém vê, Wilson mostrava em preto e branco os dedos escorregando em uma bolsa de mulher, no centro do Recife. O seu flagrante não media conveniências. Flechava, ou melhor, flashava meninos miseráveis, sem banheiro no mocambo, defecando à luz do dia em um canal da cidade.
Olegária nos contou que tamanha era a intimidade do pai com famosos, que ele chegou a fotografar misses de Pernambuco nuas. Para nossa infelicidade não restaram as provas, porque Wilson, honestíssimo, devolvia os negativos às donas. (O que eram os costumes secretos e a gentileza do fotógrafo.) Ele trabalhou no Jornal do Commercio, Diário de Pernambuco e Folha da Manhã.“
Este é um Dicionário para o Recife “que está mais em seu povo que em todos os monumentos, pontes, rios e edifícios. Aquela cidade que vista de cima, no avião que chega, acende um calor, uma alegria e uma felicidade sem palavras, somente fogo íntimo”.
“Estamos de volta, Recife”, e quem volta suspira em silêncio, pouco importando se esteve fora um mês, um ano ou dois dias.
Em O filho renegado de Deus, romance recém publicado pela Bertrand Brasil, Urariano Mota conta, com cores fortes, a luta do povo trabalhador em busca da “química da vida” e da dignidade como pessoas.
Por José Carlos Ruy
“Então ele não findou. Então ele saiu do cemitério sabendo que os tempos agora se uniam, de 2013 a 1958. Filho que era daquela Maria agoniada, nunca havia sido filho de Deus, apenas o seu renegado. Os tempos agora se ligavam como uma rebeldia. E para os rebeldes jamais existirá um fim”.
Este é o parágrafo final de um dos mais surpreendentes romances da nova safra: O filho renegado de Deus, de Urariano Mota (que a Bertrand Brasil acaba de publicar). O parágrafo funciona como a chave de ouro de um soneto, e ajuda a decifrar o significado da narrativa. Permite também localizar o narrador que, ao longo do romance, muitas vezes é proustianamente fugidio – ora é o menino Jimeralto e suas andanças ai por 1958, ora é o Jimeralto sessentão que remoe as lembranças da meninice, ou então é Pedro, nome de guerra assumido durante a clandestinidade, sob a ditadura, na década de 1970.
As pontas do tempo e da memória se juntam naquele cemitério, e remetem ao passado composto pela história do povo trabalhador que ocupava a Vila Alegria – um beco de casinhas improvisadas, minúsculas, à beira da Avenida Nova do Recife, onde Jimeralto menino aprendeu a olhar a vida e a luta implacável pela sobrevivência e, sobretudo, pela conquista do reconhecimento da dignidade de cada um.
Há uma coletânea, publicada há alguns anos, cujo título é Os pobres na literatura brasileira, que se refere a uma galeria não muito extensa de personagens, que fica ainda menor quando se trata de autores que tiveram a vivência pessoal das histórias que narram. Não que isso seja determinante. A qualidade da narração vem primeiro da empatia e da capacidade de “colocar-se no lugar” do outro, do que propriamente da vivência direta (embora Graciliano Ramos insistisse na importância dessa vivência).
O filho renegado de Deus enriquece essa galeria com histórias que denotam o “pôr-se no lugar” do outro e também a vivência do narrado. Traz um conjunto de personagens memoráveis – os Valfridos, Cecílio, Manoel de Carvalho (o “espírito”), Maciel, o tio. As inúmeras Marias (das Dores, da Conceição, dos Prazeres, da Silva, de José, de Totonho, do Zezo, ou as que “se tornavam identidades de uma só pessoa pelas casinhas onde moravam”) andam juntas com Esmeralda, Lúcia, Geraldina, Lídia… e tantas mulheres para as quais a feminilidade “era um sofrimento”.
No beco moravam trabalhadores que pegavam pesado no cais do Recife. Que enfrentavam a “química da necessidade” regulando o leite, o pão, o açúcar, o café, tirando o máximo do dinheiro escasso. Pobres de subúrbio nos quais a “química da necessidade” fazia de toda manifestação de carinho e humanidade prova de fraqueza, típicas de fêmea ou sinalizadoras de caráter pouco macho dos homens, sintoma “de efeminado, que até nas mulheres era feio”.
Maria e Filadelfo compõem, desde agora, a galeria dos “pobres na literatura”. Maria que, na opinião dos demais, “era o que era”, isto é, “sua pessoa física apenas, carnes, ossos e roupas”, somente a “mulher – e aqui vai um gênero e universo de entendimento bárbaro -, gorda, baixinha, com um aspecto, ar, que não devia ser o da sua condição”.
Fora do padrão de beleza dominante, “não passava de ser uma ‘albacora’”, peixe que não era a “dieta ideal para os comedores de carne bovina”, só fazendo parte do cardápio “nas sextas-feiras santas, em sinal de penitência”.
Maria era mulher, contudo, que não aceitava – isso “me repugna” – “qualquer piedade para a sua condição”. Antes, era “mulher brava, de coragem e de raiva”, brava como aqueles que “os fracos não temem, porque sabem que essa bravura se dirige somente contra o injusto mais forte”. Mas mãe carinhosa de quem o Jimeralto adulto lembraria como sendo, para ele, “absoluta suavidade”.
Filadelfo, o marido, o pai, era o oposto. Formado na pedagogia da dor, era duro e violento. Mulato escuro, cujo pai – desconhecido – era um português e a mãe, negra, prostituta, descendente de escravos. Era “filho do chicote com uma negra”, atarracado, “baixo, menos por gênese que pela fome passada na infância”. Trabalhava no cais onde começou a aprender com marinheiros estadunidenses o idioma inglês que o distinguiria entre os seus e mesmo entre a elite branca do Recife por falar melhor que eles o idioma do dominador.
Dom traduzido em bens simbólicos – dólares, cigarros, uísque, camisas de estampas coloridas – que prometiam a ascensão mulata que embranquecia o negro pelas que “punha a seu redor: casas, dinheiro, roupas, mulher branca ou tida como branca”.
O relato entra, neste ponto, numa descrição crua, e sensível, do dominante e disfarçado (envergonhado?) racismo brasileiro. “Juntar coisas que por tradição eram de branco” fazia do mulato “um branco meio impuro branco”. Ao contrário do “negro de alma branca”, um mulato de posses era um “branco de epiderme por acréscimo”.
Com esta expressão de fina literatura, Urariano Mota formula a crueza do racismo brasileiro onde os sinais de ascensão social fazem da pele escura do mulato uma espécie de roupa com a capacidade de mudar a cor da pele daquele ser humano…
Mas Filadelfo era obrigado a ocupar “seu lugar”, o lugar do negro. Só podia entrar nas mansões pela porta dos fundos; indicado para ser o guia do americano Ted Kennedy que, com a mulher, visitava o Recife, enfrentou mas não engoliu a designação de “macaco” e, altivamente, deixou o casal na mão, recusando o serviço que muitos cobiçam. “Quanta petulância pra um mundo fundado e assentado na desigualdade”.
O que une Maria e Filadelfo, as Marias, Valfridos e tanta gente, é a busca da dignidade. Este é o segredo que faz de O filho renegado de Deus um romance que se destaca e cuja leitura se impõe.
Conta a história de gente tão pobre cuja existência deixa escassos traços materiais, como fotografias e outros documentos. O registro de sua existência fica na memória! Urariano Mota permite recordar, neste ponto, uma passagem do discurso pronunciado por José Saramago na Academia Sueca, ao receber o Nobel de literatura. O escritor português garantiu, então, que todos os homens têm suas histórias, embora nem todas sejam contadas.
Urariano Mota faz a sua parte. Num livro anterior, Soledad no Recife (2009) contou a história de Soledad Barret, a militante comunista de origem paraguaia torpemente assassinada. Em O filho renegado de Deus conta história semelhante, de gente que não tem o reconhecimento da heroína morta pela repressão em 1973 mas que, na outra ponta da luta contra a opressão, busca resolver anonimamente a “química da vida” e alcançar o reconhecimento de sua dignidade de seres humanos.
Mas Urariano Mota não se ilude; não confunde a vida imaginada no pensamento, com o vivido. “A vida não era conceito”; ela “sempre pula do conceito, a vida é mais magnifica e surpreendente que o maior e melhor enquadramento dialético”. Com este material e esta certeza, produziu um romance memorável.
Urariano Mota está autografando um novo livro o Dicionário Amoroso do Recife neste 28 de março, às 19 horas, na Livraria da Cultura, no Paço da Alfândega. Leia mais
O lançamento no Recife do novo romance de Urariano Mota
Abdias Moura, escritor e mestre de várias gerações de jornalistasO autógrafo preciosoUrariano Mota tem convites de várias capitais do Brasil para autografar seu novo romance
por Maria Inês Nassif
Jimeralto é O filho renegado de Deus, o personagem atormentado que se mistura com o narrador preciso da miséria humana. Por meio dele, Urariano Mota percorre com singular habilidade vidas que se expõem a todos, sem qualquer privacidade, em 10 casinhas que se amontoam num beco, no Recife dos anos 50. O adulto Jimeralto narra seu mundo da infância em 2012, num acerto de contas com um passado profundamente ofendido pelo preconceito. Por esse mundo trafegam homens embrutecidos – antes pelo preconceito do que pela pobreza – e mulheres brutalizadas por seus homens. Ou homens que também se deixaram enternecer por mulheres.
Mas, antes de tudo, os personagens são a mãe, que apenas poderia se chamar Maria, tal a candura e a carência, e o pai, Filadelfo. A mãe que abdica dos prazeres da vida, do sexo, do amor, num casamento pobre como o dela, desalentador como sua vida; mas a Maria que, mesmo falecida quando o filho tinha oito anos, aos 29 anos, é a mesma que abriu a ele as primeiras visões do prazer sexual: o seio farto que o amamentou até menino; as carícias de mãe, inocentes, que ainda assim deram vida ao seu sexo ainda pequeno, quando isso apenas era um prenúncio de prazeres adultos.
O pai, insensível, fecha-se na dureza de sua alma: priva do amor a mulher e o filho, compensa sua origem de neto de escrava com putas louras, castiga, é vítima e alimenta preconceitos. Mas, ao mesmo tempo, tem visões e recebe reprimendas do padrinho morto. “O que você fez de sua vida, menino?”, pergunta a visão.
Urariano, na sua narrativa, estabelece uma linha tênue entre o amor sublime e o desejo, entre o afeto e o sexo. Às vezes, o sexo substitui o amor sublime, como no caso da vizinha Esmeralda, uma ninfomaníaca que acaba trazendo o conhecimento do prazer sexual à vida das crianças do beco, pouco protegidas pelas paredes finas e pelos cômodos reduzidos de suas casas, que se empilhavam com as de seus vizinhos. Às vezes, o amor se confunde com o sexo, como na ligação de Maria com o irmão gêmeo, homossexual. Maria é apaixonada pelo irmão, conclui Jimeralto. Embora o sexo seja uma impossibilidade, ela o ama porque ele é o homem da sua vida que é igual a ela. Não é a autoridade que se impõe pela força. É a possibilidade da conversa, da gargalhada, do sorriso. E é o seu amor porque as pessoas têm uma necessidade irrefreável de amar, diz o autor.
“Ama-se um gato, ama-se um cachorro, um papagaio, uma flor que ninguém quer ou vê. Talvez esse amor que deriva e vaga por objetos e coisas que não respondem, ou respondem abaixo da fome de amar, talvez sejam os sintomas do afeto que procura no mundo um indivíduo que lhe responda. Ou, quem sabe, o amor elástico, amplo e plástico onde tudo cabe”.
Urariano Mota faz o percurso de volta, da maturidade à infância, na vida de um ex-preso político, mergulhando o leitor numa rara riqueza de personagens e sentimentos, profundos e contraditórios. O amor e o ódio são um dado na vida de Jimeralto, mas ambos são sentimentos profundos, com os quais o personagem tem de lidar. O acerto de contas acontece em torno do caixão da mãe – em cenas oníricas onde ele, Jimeralto, reconstitui o amor que nutre por uma Maria que morreu quando ele tinha oito anos, e da qual pouco se lembra até que refaz essa trajetória; e o pai estampa o amor que nutre pela mulher morta, enterrada com um filho frustrado na barriga, em crises de arrependimento.
Urariano Mota, autor de Soledad no Recife, mantém a centralidade da figura feminina, como no seu romance anterior. Maria e Soledad são fortes e ternas. A coragem e a ternura mais uma vez se unem como qualidades femininas acossadas pelo desprezo de companheiros frios. Maria e Soledad, todavia, sabem amar “aquele amor elástico, amplo e plástico, onde tudo cabe”.
Professora em São Paulo, Analu de Freitas Barros escreve de sua casa em Pinheiros para reclamar do que vê e, principalmente, do que escuta sempre nos telejornais:
“É tão impressionante a ignorância (ou má-fé?) dos repórteres que eles não encontram palavras para denominar os personagens de suas reportagens. Parece que é proibido dizer que ladrão é ladrão, assaltante é assaltante; não existem bandidos ou assassinos no paupérrimo vocabulário deles.
Para nós telespectadores, muitos e muitos dos quais vítimas de criminosos, ouvir repórter chamá-los de ‘rapazes’, é, no mínimo, falta de respeito. Ora, rapazes são nossos filhos e netos! Será que esse absurdo não passa pela cabeça dos chamados ‘profissionais da imprensa’?
E nem vou falar da falta de imagens nítidas dos marginais presos, porque os rostos não aparecem. Amanhã, bate na porta de sua casa o mesmo bandido que estava na reportagem da TV e você pensa que é um ‘rapaz’ do bem…”
Paciência...
Aliás, e a propósito, o considerado Eduardo Almeida Reis, maior cronista diário da imprensa brasileira, escreveu em sua coluna do Estado de Minas:
“(…) Jornalistas que vivem do sangue aparecem mais cedo, no final da tarde, ficando na telinha cerca de duas horas.
São muito repetitivos, não só nos comentários como também por exibir as mesmas matérias diversas vezes no mesmo programa, com reedições nos dias seguintes. Até aí, tudo bem: estão na tevê porque há público, portanto patrocinadores. As televisões e os seus apresentadores vivem disso.
Se me permitissem palpitar, pediria que tomassem cuidado na adjetivação e no adverbiar os fatos delituosos. Seus comentários nunca se esquecem de dizer que o crime foi lamentável, como se houvesse crime louvável, elogiável, recomendável. Todos são cruelmente assassinados, talvez para distinguir dos homicídios amavelmente praticados. O negócio vai por aí e dá ibope. Paciência.
Escândalo gaúcho
O colunista encontrou meios de multiplicar as horas do dia para não adiar a leitura do livro do considerado Celito De Grandi, intitulado Caso Kliemann – A história de uma tragédia, raríssima reportagem policial escrita com o talento literário que a transforma num verdadeiro romance.
Celito, um dos maiores jornalistas e escritores do Brasil, conta a história de um crime ocorrido em junho de 1962, em Porto Alegre, quando a mulher de um deputado estadual foi encontrada morta e o marido logo apontado como suspeito do crime.
Repórter na época, o autor do livro acompanhou o dia-a-dia do escândalo, e, décadas mais tarde, com a precisão da memória, as pesquisas sobre aquele tempo e a colaboração das três filhas do casal Kliemann, Celito pôde recriar as cenas que, estas sim, abalaram a sociedade gaúcha.
No prefácio de Caso Kliemann – A história de uma tragédia, disse outro escritor do primeiríssimo time, Luiz Antonio de Assis Brasil:
“O Rio Grande precisava deste livro para acertar contas com seu passado.”
1. O livro “Concerto Para Paixão e Desatino – Romance de Uma Revolução Brasileira”, de que forma está estruturado, basicamente?
Moacir Japiassu– Narrado na terceira pessoa, com 45 capítulos, o livro tem 383 páginas. Tremendo calhamaço, né mesmo? Porém, acredito que é de fácil leitura, apesar da linguagem um pouco “trabalhada”, como se diz. Mantive apenas (e aqui discordo do meu Mestre José Américo, que gostava do português com todos os rr e ss, independentemente de classe social), mantive o linguajar do povo. Não o considero como algo desprezível, anti-literário. Pelo contrário, entendo-o como uma espécie de dialeto, riquíssimo em suas epênteses e prosopopéias. No meu livro, creio que existe harmonia entre o português clássico, às vezes arcaico, posto que fui buscar alguma coisa das Cantigas d’Amigo, e o dialeto a que me referi. Convivem “pacificamente”.
Confesso que, em princípio, fui assaltado pela disposição de escrever um roman à clef, mas mudei de idéia ao verificar que não teria o menor sentido dar nomes falsos a alguns personagens reais. Por que eu iria, por exemplo, descrever Zé Américo, expor fases de sua biografia e chamá-lo de Joaquim? Ou dar à Paraíba o nome de Felipéia, governada em 1930 por Baltazar Esteves Mejia? Não, de modo algum; prefiro correr os riscos da intolerância, da incompreensão. E tais riscos são enormes, haja vista a forma como o público encara os atores de telenovelas; alguns são agredidos na rua porque são confundidos com os perversos personagens que interpretam… Você pode argumentar que um livro como o meu, com uma linguagem às vezes rebuscada, não iria interessar ao público das telenovelas; sei não, sei não. Como dizia minha Tia Cota, que o Senhor a tenha, a gente nunca sabe. Principalmente na Paraíba, onde ainda inflamam-se as paixões políticas.
Todavia, como disse, prefiro enfrentar os riscos a me esconder junto com meus personagens, que são muitos, muitíssimos. Gosto de trabalhar com “grande elenco”, como ficou claro no meu romance anterior, “A Santa do Cabaré”, que reúne figuras de minha infância, em João Pessoa e no interior de Pernambuco, terra de minha mãe. Os mais jovens talvez não conheçam a figura, mas os veteranos, os sessentões, sabem muitíssimo bem quem foi Doutor Meira no “folclore sexual” da Paraíba. Pois Doutor Meira é personagem importante de “A Santa do Cabaré”; ele rouba as cenas alheias; chupa-as, melhor dizendo…
Bom, desculpe estar fazendo propaganda da “Santa”, porque o assunto aqui é o “Concerto”. Abundam personagens nessas 383 páginas, mais ou menos agrupados em “núcleos” que se interligam e se confundem no decorrer da narrativa. Não consigo escrever romances que fujam dessa “estratégia”, numa linha que apaixonava escritores como Roger Martin du Gard (Os Thibault) e John Steinbeck (A Leste do Éden), dentre muitos que apreciavam trabalhar pesadamente suas tramas e cenários. As telenovelas costumam usar e abusar dos “núcleos” e por termos esse parentesco é que acredito no interesse do grande público por um romance como o meu. Tudo depende, porém, de divulgação. A divulgação das editoras costuma ser muito ruim, se você não é um autor famoso. Aí, caímos num lamentável círculo vicioso: não se divulga porque o escritor não é famoso; e sem divulgação ele jamais ficará conhecido…
2. “Concerto Para Paixão e Desatino” é um romance que tem como base os episódios que culminaram com a Revolução de 30, inclusive o assassinato de João Pessoa. Como os fatos históricos são transpostos para o terreno da ficção nesta sua obra?
Há uma serena e “natural” interação entre os personagens criados e os da vida real. Se estamos em 1930 (embora o romance tenha início em 1920, durante o Governo de Solon de Lucena) e alguém procura uma autoridade, esta pode ser o Presidente do Estado ou o Secretário de Segurança Pública. Surgem, então, João Pessoa ou Zé Américo. Ou Juarez Távora, nos dias que antecedem a Revolução. Entretanto, faço este imperioso, fundamental esclarecimento: meu livro não é, de modo algum, um compêndio de historiografia paraibana; trata-se de um romance. É ficção, ficção que tem como cenário, como “pano de fundo”, os acontecimentos de 1930. João Pessoa, Zé Américo e os demais são tratados como personagens literários. O autor não mente; procura acompanhar de perto as ações da vida real, da História, mas se reserva o direito de criar roteiros diversos para cada uma dessas vidas tão importantes e tão conhecidas. O recurso do flashback permite ao autor reconstruir o passado que interessa à trama e a ele recorro porque sempre achei de profunda beleza imaginar alguém que se chega à janela, observa a paisagem e esta o remete a um passado feliz, ou infeliz, ou trágico. A solidão do personagem está, no meu livro, sempre recheada de passado.
Há uma cena, da qual gosto sobremaneira, que apresenta Zé Américo no papel de Secretário de Segurança, a fazer uma devassa no escritório que João Pessoa mantinha em sua casa da Praça da Independência. Ora, eu vivi ali naquele cenário, a jogar as peladas de minha infância, quando os moleques saíamos do Colégio Pio X para a liberdade das ruas. Passávamos defronte à mansão em que vivera o Presidente. Observávamos as janelas sempre fechadas, a resguardar que mistérios? Pois eu tive a petulância de abrir uma dessas janelas, por onde Zé Américo nos observa com seus olhos míopes e seu rosto severo…
José Américo e Juarez Távora
3. Na obra você faz uma advertência ao leitor, situando a presença de José Américo de Almeida (então secretário de Segurança do Governo João Pessoa) nas páginas do romance. Por que a necessidade dessa advertência em relação ao autor de “A Bagaceira”, se outros personagens históricos também são inseridos em sua ficção?
R – O político e escritor José Américo de Almeida talvez seja a maior admiração de minha vida. Quando eu era menino, na João Pessoa do final dos anos 40, meu pai me levava para os comícios dele e eu ficava fascinado com aquela oratória que hipnotizava. É claro que eu não entendia nada do que ele falava, porém era impressionante a forma como dominava a multidão, como emocionava meu pai. “Esse Zé Américo é o cão!”, festejava ele.
Quando, na adolescência, li “A Bagaceira”, entendi melhor por que aquele era um homem especial. Eu estava no tempo das descobertas literárias, morava em Belo Horizonte com a família, meu pai fora transferido (era funcionário do DNOCS) e foi ele quem me deu de presente o romance de Zé Américo.
Agora, já sexagenário, quando fazia as pesquisas necessárias à composição do “Concerto Para Paixão e Desatino”, reli mais uma vez “A Bagaceira” e também as memórias do Mestre e, como revelo na “advertência ao leitor”, assaltou-me crudelíssima dúvida: eu deveria reescrever os trechos que gostaria de aproveitar, apropriando-me disfarçadamente do trabalho de Zé Américo, ou seria mais honesto mantê-lo intacto, já que se trata de texto brilhante, a dispensar reparos? Escolhi este caminho; onde foi possível, mantive os trechos entre aspas; e as dispensei, naqueles parágrafos que pediam mudança de tratamento, da primeira para a terceira pessoa. Quem conhece as memórias de Zé Américo identificará claramente os enxertos. Gostei do resultado; o que poderia ser uma apropriação indébita se transformou na homenagem que eu gostaria de prestar.
4. Em determinado trecho desta advertência, o senhor cita José Américo como personagem fundamental da Revolução. O mesmo se aplica em relação ao papel de José Américo em “Concerto Para Paixão e Desatino”?
R – José Américo é, como todos sabem, personagem fundamental da Revolução de 30 e, como personagem do meu romance, mantém tal excelência, como detalhei acima. Aliás, os leitores do Correio das Artes hão de concordar comigo: a figura de José Américo, sua autoridade expressa no olhar de míope, que transmitia certo distanciamento do interlocutor, é muito literário. O cargo de Secretário de Segurança Pública numa época tão conturbada; o papel dele na campanha de Princesa; a amizade tão estreita com João Pessoa, fazem-no perfeito para um desempenho marcante nas páginas do livro.
5. No posfácio à obra, José Nêummane Pinto faz uma comparação entre “Concerto Para Paixão e Desatino” e “Os Sertões”, de Euclides da Cunha. Com certeza, são duas obras que remontam a fatos históricos da política brasileira, mas onde o romance de Japiassu se aproxima da narrativa de Euclides da Cunha?
R – Nêumanne, intelectual brilhante, versejador de escol, não encontrou no “Concerto” algum terreno onde pudesse semear licenças poéticas, como, por exemplo, semelhanças com o universo euclidiano. É claro que meu romance, por mais pretensioso que seja, jamais poderia ser comparado a “Os Sertões” nem foi isso o que o posfaciador escreveu; Nêumanne se referiu ao comportamento do sertanejo João Dantas, o qual, nas páginas do livro, planeja com necessária minudência o assassinato de João Pessoa com tiros à queima-roupa, quanto mais não seja porque a arma, um revólver calibre 32 de cano curto, não se prestaria ao tiro à média ou longa distância. Nêumanne “jogou” com a imperícia do autor de “Os Sertões”, improvisado pistoleiro que morreu ao enfrentar de peito aberto o amante de sua mulher, num episódio pra lá de conhecido. Se fosse um sertanejo, como os personagens do sertão que dizia conhecer tão bem, Euclides teria feito o que Dantas fez, 21 anos mais tarde: planejaria o atentado ou então descansaria o rifle na paciência da tocaia pura e simples, porém de eficácia garantida. Se houve “licença poética” Nêumanne a situou entre os exemplos pessoais de Euclides e João Dantas, não entre o “Concerto” e “Os Sertões”. Quem me dera que meu humilde romance pudesse ser comparado a umas duas páginas da obra-prima de Euclides!
João Dantas assassinado na Casa da Detenção do Recife
Poetisa Anayde Beiríz, amante de João Dantas, suicidada e enterrada no Recife como indigente
6. Nêumanne destaca, ainda, a “forma musical” utilizada no romance, fato também mencionado pelo senhor na advertência ao leitor. Gostaria de saber um pouco mais sobre essa cadência da prosa de seu romance.
R – Um dos personagens que dão sustentação ao romance é um padre, Argemiro Sabaó, pároco de São Miguel de Taipu (ele e José Américo foram colegas de seminário). Sabaó é um grande estudioso da língua portuguesa, colaborador de filólogos como os mestres José Joaquim Nunes e Carolina Michaëlis de Vasconcelos. Os estudiosos do idioma conhecem a dupla. Assim, como homenagem à cultura desse homem tão simples e tão sacrificado, achei de bom alvitre e de excelso respeito ornamentar o texto com frases de inspiração camoniana sempre que Sabaó aparece em cena. Ele bem merece um refrigério d’alma nos instantes em que se agrava o isolamento ante tão desditosa liça (esta última frase é um exemplo da linguagem à qual se refere o Nêumanne). E em nenhum momento, creio, me descuidei da musicalidade da língua portuguesa. Não apenas porque sempre fui um cultor dessa musicalidade como também para ser fiel ao próprio romance, entremeado de óperas, sinfonias, concertos, etc. Aliás, o “Concerto” está dividido em três partes, que são chamadas de “movimentos”, como nos concertos musicais: Allegro, Andante e Vivace.
7. Você inclui, no livro, uma bibliografia, onde se misturam textos históricos sobre os episódios de 30 com obras de autores clássicos como Luiz Vaz de Camões e Padre Antônio Vieira. Claro está, que nem todas as obras citadas na bibliografia foram consultadas, mas fica a curiosidade de saber qual a contribuição de Camões e Padre Vieira num livro sobre a Revolução de 30…
R – A contribuição camoniana já está respondida; e a de Vieira explica-se pela grande admiração que o padre Sabaó mantinha por sua obra. Sabia de cor os Sermões e um deles, aquele no qual o Senhor penitencia-se por ter criado o homem, é “declamado” aos fiéis, na missa que o pároco de São Miguel oferece ao Presidente assassinado.
8. Em um dos capítulos do livro (o 11), você narra com riqueza de detalhes os preparativos para o assassinato de João Pessoa. Na narrativa, é mencionado o affair entre João Pessoa e a cantora lírica Carina Malfitani, assunto ainda tabu na Paraíba. Você não teme reações da família do ex-presidente paraibano ao tocar no assunto?
R – Bom, já disse e repito que meu livro é um romance, é ficção, e assim deve ser visto. Troquei o nome da cantora, para não causar nenhum tipo de constrangimento a parentes próximos e distantes. Afinal, há, em flashback, cenas de sexo entre ela e o Presidente da Paraíba, cenas revividas pela “diva” após o assassinato do amante. São, todavia, momentos que escrevi com muito cuidado, escolhendo e sopesando as palavras. É sexo “quente”, porém digno, respeitoso. Não há vulgaridade no meu romance, isso eu posso garantir. No romance anterior, “A Santa do Cabaré”, há lesbianismo e incesto e eu tenho absoluta certeza de que não chocaram nem o mais pudico leitor. Não é possível que, aos 60 anos e depois de uma vida inteira em contato com as palavras, eu não saiba tratar de sexo com um mínimo de respeito ao leitor, não é mesmo? Todavia, se depois de todos os meus cuidados, houver alguma reclamação, poderei responder como Carlos Drummond de Andrade, quando saiu publicado o seu poema “O Sátiro”, em Lição de Coisas. É assim: Hildebrando insaciável comedor de galinha./Não as comia propriamente — à mesa./Possuía-as como se possuem e se matam mulheres./Era mansueto e escrevente de cartório. Dizem que em Itabira existia realmente um Hildebrando, funcionário de cartório e dado àquele feio hábito. Pois o homem procurou os jornais e meteu a boca no mundo; o poeta respondeu-lhe: “retire-se do meu poema!”. É claro que eu não faria isso com a surpreendente veemência do poeta, meu estilo é mais sossegado; eu pediria, encarecidamente, que o(a) atingido(a) deixasse as páginas do meu “Concerto”. Ora, poemas são poemas, romances são romances. É tudo ficção – ou quase tudo. A intimidade do Presidente João Pessoa no meu livro é, obviamente, peça de ficção. Não creio que amigos da família, ou mesmo parentes, reclamem de algo. Não há motivo para tanto.
João Pessoa assassinado por João Dantas
9. A propósito, apesar de ser um romance, seu livro toca fogo num vespeiro, já que até hoje a simples menção ao episódio traz de volta os radicalismos de perrepistas e liberais da política paraibana. Qual a sua expectativa para a leitura que possa se fazer da obra, principalmente na Paraíba?
R – Como me estendi um pouco na resposta acima, creio que esta já está respondida; posso adiantar que o romance também apresenta uma versão, bastante possível, embora improvável, de que João Pessoa talvez tenha sido assassinado a mando de um amigo, um correligionário, companheiro de campanha política, insatisfeito porque o Presidente mostrou-se (e esse fato é verdadeiro, está nas memórias de Zé Américo) contrário à revolução. Se é verdade que toco fogo num vespeiro, não me surpreenderia que fosse nesse trecho do romance. Porém, seria até bom uma polêmica a respeito; as polêmicas acendem o espírito, alumiam a alma… 10. Recentemente, o jornalista paraibano Fernando Melo lançou um livro resgatando a história de João Dantas, o assassino de João Pessoa. No seu livro há alguma tentativa de redimir João Dantas, transformando-o de algoz em vítima?
R – Não, de modo algum. O meu João Dantas, se posso falar assim do personagem do romance, aparece como uma pessoa capaz de ser influenciada por um jornalista, seu amigo dos tempos de Liceu, figura sórdida que deseja a morte do Presidente para aproveitar-se do caos e disseminar a corrução pela Paraíba e o Nordeste. Todas as versões são válidas quando a realidade se perde na obscuridade. 11. A licença poética foi fundamental para transpor personagens históricos como João Pessoa, João Dantas, Ademar Vidal e José Américo de Almeida para as páginas de um texto de ficção?
R – Já me referi a licenças poéticas e disse acima que todas as versões são válidas quando a realidade se perde na obscuridade. Isto é rigorosamente verdadeiro. O que não se pode, em hipótese alguma, é mentir descaradamente sobre um personagem da vida real que se transpôs para a ficção. Eu não poderia dizer, por exemplo, que Zé Américo traiu João Pessoa. Eu teria que provar isso – ou então, deveria mudar o nome do personagem, o que seria um absurdo, conforme já disse.
12. Foi o que você fêz com Ernâni Satyro, que no seu romance aparece com o nome de Libânio?
R – O Libânio do romance é um importador de gado indiano, que percorre inúmeros estados, conhece Deus e o mundo e é um leva-e-traz, um mexeriqueiro, boateiro. O personagem não tem nada de Ernâni Satyro, que era um intelectual, um escritor talentoso, um político de primeiríssimo time. Eu o conheci bem, nos encontramos na Paraíba, quando eu era repórter da revista IstoÉ, e também, por diversas vezes, em Brasília. Certa vez, em Brasília, eu contei a ele a história de um sertanejo dado ao onanismo, autor de uma frase engraçadíssima que não posso, infelizmente, repetir aqui, por respeito às famílias que lêem o Correio das Artes. Ernâni escutou a frase e riu a noite inteira; quanto mais goles de uísque bebíamos, mais ele me pedia para contar a história. E caía na gargalhada. A frase é realmente muito engraçada. Bem. Quando resolvi “rabiscar” o personagem Libânio, o qual, no romance, assume a frase como sua, eu ria e me lembrava de Ernâni. E Libânio acabou ficando, fisicamente – repito: fi-si-ca-men-te – parecido com Ernâni: baixo, “torado no grosso”, óculos de fundo de garrafa de cerveja Teutônia (a Brahma da época), voz tonitruante. Foi por isso que Nêumanne e outros leitores especiais do romance disseram: mas você retratou o Ernâni Satyro! Respondi: fisicamente, sim; o resto, não. Ernâni era, por acaso, vendedor de gado em 1930?!?!?!?!?
13. O Presidente Solon de Lucena também virou seu personagem e, segundo consta, é muito maltratado no romance.
R – Isso é boato de quem não leu o “Concerto”; Solon de Lucena aparece pouco, no início do livro, com os problemas do seu governo, a crise do café, principalmente. Outro personagem, o Senhor-de-Engenho Deba Coutinho, perrepista histórico, tem um entrevero com Solon, porém não é um entrevero político e sim sentimental; Deba “acha” que o Presidente lhe tomou a amante. Todas as dores do corno são atribuídas ao Presidente, porém o narrador em nenhum momento concorda com o personagem. Deba é um neurótico e nada mais.
Velório de João Pessoa (em João Pessoa ou Rio de Janeiro) foi a propaganda fúnebre da revolução de TrintaFuneral de João Pessoa na Paraíba
14. Apesar de tantos personagens históricos circulando pelas páginas do livro, o personagem principal chama-se Isaías. Quem é esse Isaías e qual o seu papel na trama?
R – Isaías é um menino pobre, morador de um dos engenhos da várzea do Paraíba. Aquele também é cenário de minha infância, ali passei temporadas, no engenho Oiteiro e no Taipu; meu pai foi concebido e criado nos engenhos. Eu sou Moacir Japiassu Lins; quer dizer, tenho raízes fincadas nos bangüês; sou, para minha honra, aparentado com José Lins do Rego. Meu pai, Severino Lins Falcão, era, segundo a memória de todos, “filho natural” de um Senhor-de-Engenho daquele baixo curso do Paraíba. Esse Senhor-de-Engenho, “Seu Lôla”, como era chamado, e também meu pai, são personagens do romance. Volto a Isaías. Este foi criado por Sabaó; diziam que era, na verdade, filho do padre. Quando aparece no livro, logo no início, Isaías tem oito anos de idade, aparenta muito mais, porque é grandalhão, e acaba de perder o pai – o homem que vivia com a mãe dele. Diante da penúria da família, Sabaó aceita criar o menino, que se transforma em seu braço direito, desde as missas, que ajudava a rezar como coroinha e assobiador das músicas sacras, até pesquisador de seu anunciado livro em parceria com o filólogo português José Joaquim Nunes. Isaías, que é também balconista da farmácia, faz o serviço militar no Tiro de Guerra de Itabaiana, utiliza seu tamanho para prestar serviços a um Exército que desconhecia, é óbvio, os direitos humanos fundamentais e, em pleno fulgor da revolução de 30, conhece José Américo por vias transversas. É, modéstia à parte, um bom personagem; um personagem de ficção por excelência e eu me orgulho bastante de o ter concebido.
15. Saindo um pouco do romance, como jornalista e paraibano, qual a sua visão da Revolução de 30 e do assassinato de João Pessoa? Os livros lançados até hoje sobre o assunto conseguiram dar a dimensão correta do episódio, como ocorreu com Canudos através das páginas de Euclides da Cunha?
R – É muito difícil, quase impossível, ter-se a “dimensão correta” da Revolução de 30 na Paraíba; há muitas testemunhas, inúmeros textos apaixonados, e sabe-se que a paixão não é a melhor conselheira de um historiador. Há, sobre os acontecimentos, muitos “desabafos”, assim os podemos chamar; personagens glorificados numa obra são impiedosamente execrados noutra. Entretanto, é exatamente esse espetacular desencontro de opiniões e idéias que transformam aqueles dias num excepcional cenário de romance. Em Canudos, que rendeu uma das maiores obras da literatura brasileira, a única testemunha ocular (e com olhos de escritor) foi Euclides da Cunha. Quando escreveu A Guerra do Fim do Mundo, Mario Vargas Llosa confessou ter-se baseado n’Os Sertões. Tudo o que se fez e venha a ser feito sobre Canudos terá como ponto de partida a obra de Euclides. E olhe que os historiadores têm apontado inúmeras falhas em Os Sertões, falhas que devem existir realmente, pois Euclides não era um historiador e sim o enviado especial do jornal O Estado de S. Paulo. E, definitivamente, não se pode exigir de um escritor e jornalista a precisão metodológica do historiador. Eu embarco nessa canoa e esclareço que também sou jornalista e escritor, mereço tanta indulgência quanto Euclides, e talvez mais, porque não sou testemunha ocular de coisa alguma e as pessoas que assim se apresentam são, como disse, movidas pelo envolvimento pessoal, a emoção.
16. E a Revolta de Princesa? Não é um tema pouco explorado por historiadores, pesquisadores e até ficcionistas?
R – Em meu romance há inúmeras cenas da Revolta de Princesa, através dos depoimentos de Zé Américo, aos quais me refiro na tal “Advertência ao Leitor”. Preferi caminhar pela mão do Mestre porque o texto literário me oferecia beleza e facilidades. Poderia ter bebido doutras cacimbas, como os trabalhos de Inês Caminha Lopes Rodrigues, Ademar Naziazene, José Gastão Cardoso, José Leal, dentre outros, mas me convenci de que acabaria me confundindo, sem nenhum refrigério; afinal, eu não estava escrevendo História, simplesmente utilizava acontecimentos históricos como cenário de ficção. Sinto falta, como jornalista e, principalmente, como leitor, de uma obra que esgotasse o assunto. Isso é tarefa para um historiador com o nível do José Octávio de Arruda Melo, por exemplo. O livro dele A Revolução Estatizada – Um Estudo Sobre a Formação do Centralismo em 30, brilhantíssimo estudo acadêmico (tese de Mestrado na Universidade Federal de Pernambuco), é base natural de uma obra maior que está pedindo para ser escrita. José Octávio é o profissional talhado para desempenhar tal missão; tem todos os recursos do moderno historiador e ainda escreve muito bem.
Toda semana dedico um dia para ler o Jornal da ImprenÇa de Moacir Japiassu, que tem o humor fino de Machado de Assis (que, por sua vez, no apreciar dos críticos, possuía o humor inglês de Swift a Sterne).
A coluna do mestre Japi está sempre repleta de preciosidades. Veja algumas pérolas deste semana:
Tu és o quelso do pental ganírio,
saltando as rimpas do fermim calério
carpindo as taipas do furor salírio
nos rúbios calos do pijom sidério.
(Luís Lisboa, poeta maranhense, inA Uma Santa. A íntegra está no Blogstraquis.)
Passado corrigido
Comentário que o considerado Carlos Alberto Sardenberg, velho amigo e companheiro na Istoé dos anos 1970, fez no Jornal da Globo:
A presidente deu uma informação errada quando, na semana passada, disse que o PIB de 2012 seria corrigido de crescimento de 0,9% para 1,5%. Na terça, o IBGE de fato corrigiu, mas para 1%, quase nada.
Comenta o jornalista João Borges, da GloboNews:
‘O governo, que já errava as previsões sobre o futuro, agora também erra as previsões sobre o passado.’
Premonição
Do considerado Fernando Gabeira, outro que não precisa de apresentação, velho amigo e companheiro no Correio de Minas de 1962, em artigo no Estadão:
(…) Nunca me esquecerei de um homem da minha cidade conhecido como “Antônio me abraça”. Ele entrou numa casa de apostas que irradiava uma corrida de cavalos e disse sobre o tordilho que liderava a prova: “Só perde se quebrar a perna”. Pois quebrou.
Pisam na língua
O considerado Luiz Fernando Perez, um dos melhores jornalistas do Brasil, velho amigo e companheiro no Correio de Minas de 1962, remete de seu escritório na Praça da Savassi, em Belo Horizonte:
Veja, na notícia divulgada nesta quinta-feira pelo portal do Estadão, como os redatores ignoram a concordância verbal, no título e no texto:
‘Apenas 2,5% dos paulistanos vive em locais com índice de urbanismo máximo
TV Estadão — Um estudo feito pelo Estadão Dados com base nos dados do Censo 2010 do IBGE, mostram que os sortudos que vivem em locais com taxa de urbanismo máxima estão espalhados pela cidade, mas a maioria está no centro expandido e em bairros mais ricos, como Consolação e Jardim Paulista.’
Estão sempre pisando na língua: num curto espaço, ‘2,5% dos paulistanos vive’ e ‘Um estudo… mostram’…
Sinistras
O considerado Armando Salém, jornalista do mais alto nível, amigo e companheiro na Istoé dos anos 1970, despacha de seu escritório na região da Av.Paulista, esta, como se diz, coletânea de “frases sinistras”. Algumas percorrem a internet há algum tempo e outras são novíssimas. Experimente algumas e conheça as demais no Blogstraquis:
… Liquidação de Muletas – Aproveite, venha correndo!
… Mamãe, por que você bateu naquela mulher que a gente viu chorando no túmulo do papai?
… O amor é a gasolina da vida. Custa caro, acaba rápido e pode ser substituída pelo álcool…
… Ex-namorado é que nem vestido: você vê em foto antiga e não acredita que teve coragem de um dia sair com aquilo!
… Eu sempre quis ter o corpo de um atleta. Graças ao Ronaldo Fenômeno isso já é possível!
… Espermatozóides se cumprimentando: e aí, seu porra?!
… Troque seu coração por um fígado, assim você se apaixona menos e bebe mais…
En una decisión polémica, una profesora de Lengua y literatura de un colegio secundario de San Luis fue sancionada con una suspensión de 90 días, sin goce de sueldo, por promover en una clase de cuarto año la lectura de un libro, Hay una chica en mi sopa (Planeta, 2011), que narra la historia de una adolescente que se siente atraída por su profesora de alemán. El Ministerio de Educación de la provincia le aplicó la sanción luego de que un grupo de padres y madres cuestionaron el texto como “pornográfico” y un “atropello” a la educación de sus hijos. Varios alumnos y alumnas dijeron que les daba vergüenza leerlo en voz alta. Inmediatamente, los directivos de la escuela ordenaron el secuestro de los libros y los guardaron en un depósito del edificio escolar hasta que los padres los retiraran del establecimiento. La docente no tuvo oportunidad de defender la elección del texto. En diálogo con este diario, explicó que buscó cumplir con el abordaje transversal que plantea la Ley de Educación Sexual Integral. El episodio generó el lunes pasado una marcha de organizaciones sociales y sindicales en apoyo a la profesora. Tanto el gremio docente ASDE como la Secretaría de Género e Igualdad de Oportunidades de la CTA en San Luis salieron a respaldarla, repudiaron la actitud de las autoridades educativas –frente al planteo de los padres y madres– y advirtieron que se perdió una oportunidad de convertir “un desacuerdo en un acto educativo”. ¿Tuvo la sanción un carácter aleccionador frente a una docente que se ocupó de la educación sexual integral en una provincia donde de “ese tema” casi no se habla? ¿Pueden los padres y madres definir los contenidos que se traten en las aulas? ¿Cómo se pueden trabajar los lineamientos curriculares para la educación sexual en las distintas materias? A partir del caso de San Luis, expertas consultadas por Página/12 se explayan sobre el tema.
Modos
La profesora sancionada se llama Romina García Hermelo. Tiene 30 años y hace tres que es docente en el Colegio Nicolás Antonio de San Luis, más conocido como Bellas Artes, de la capital provincial. Es una escuela pública. Y por tanto laica. Sin embargo, en la sala de profesores hay colgado un afiche con el rostro del flamante Papa argentino, Francisco. García Hermelo tenía a su cargo la materia Lengua y literatura en el curso de 4 año “C”.
Romina García Hermelo, profesora de Lengua y literatura, fue suspendida tres meses en su cargo en una escuela pública de San Luis, Argentina
Hay una chica en mi sopa es de la joven escritora peruana Silvia Núñez del Arco Vidal, esposa del polémico periodista Jaime Bayly. Es su segundo libro. “En líneas generales el libro narra la vida de una adolescente que se enamora –al punto de obsesionarse– de su profesora y relata ciertas incertidumbres en su vida en general y en su sexualidad en particular”, describió la docente.
–¿Por qué eligió ese libro para ese curso? –le preguntó Página/12.
–En cuarto año los chicos y chicas tienen 15 y 16 años. Sinceramente creo que el libro es apropiado para esa edad. El año pasado lo usé y me fue muy bien, surgieron dinámicas interesantes. Y en caso de que no lo fuera para algunos padres, madres o incluso el equipo directivo, los modos fueron realmente injustos para mí. Creo que la situación podría haber sido tranquilamente solucionable en el interior de la institución. No es una lectura pornográfica, menos hace apología del uso de estupefacientes, como alegaron algunos padres. En la sanción que me aplicó el Ministerio de Educación no hay un informe técnico que afirme eso. El tema de la sexualidad circula en relatos de grandes autores de todos los tiempos, pensemos en eso. La historia de la chica protagonista es narrada de un modo fresco, es una lectura fácil y atrapa al adolescente. Te resalto que todos los años tengo alumnas que ya son mamás. Estas lecturas muchas veces disparan temáticas que los chicos aprenden del peor modo, por los medios, por Internet. Pienso en la Ley de Educación Sexual Integral, que propone un abordaje transversal a la hora de pensar la educación sexual, y desde la literatura la propuesta claramente es acercar lecturas a los chicos y chicas, en un marco de contención y apoyo, en este caso del docente, para que puedan reflexionar en torno de su sexualidad.
Sinvergüenza
El episodio que desembocó en la sanción comenzó a escribirse el 8 de mayo, cuando un grupo de alumnos de 4 “C” les plantearon a directivos del colegio que se “sentían mal” con el libro porque “la profe nos obliga a leer en voz alta y nos da vergüenza” y “nos pone un uno si no lo traemos y leemos”. También alegaron que les había dicho “que es natural que una chica se enamore de otra”, y que “no la cataloguen como lesbiana”. Ese mismo día, según surgen de las actas del colegio –a las que tuvo acceso este diario y confirmó la asesora pedagógica de la institución, Patricia
Echaniz – se ordenó a los alumnos dejar en depósito en dirección el libro para que lo retirasen sus tutores. Al día siguiente, 9 de mayo, los directivos convocaron a una reunión a padres y madres de los estudiantes de 4 “C” para hablar del tema. Una madre llegó a decir que con esa lectura el trabajo que ella había hecho en toda su vida, “en poco menos de dos horas, la profesora lo destruyó”, es “una sinvergüenza y se lo reconoce en su presencia, es una atrevida”. Los padres pidieron que se la sacara del curso. Alegaron que el libro es “pornografía”. “No está bien llevar esa lectura a chicos adolescentes, inculcarles política, sexo”, dijo otra madre. También se cuestiona que la docente “no crea en nada”, que haya pedido “investigar sobre el movimiento zapatista” y que respete la diversidad sexual. García Hermelo cuestiona que no haya sido invitada a participar ni en la primera reunión con los alumnos ni en la segunda con los padres, y que tampoco el colegio haya generado otra instancia de diálogo para poder hablar sobre los cuestionamientos hacia el libro y su persona. Niega que amenazara a los alumnos con ponerles un 1 si no lo leían.
García Hermelo hizo una presentación ante el Inadi porque entendió que fue discriminada por su forma de pensar y hasta de vestir. “No sólo los puso incómodos el libro, sino también cómo pensaba”, apuntó.
Sin defensa
La profesora fue informada de ambas reuniones luego de que tuvieran lugar, y le dijeron que podía hacer su descargo. Lo entregó el martes 14. “En ese momento en el colegio, mientras entrego la nota de descargo llaman del Ministerio de Educación para pedir mi DNI y dirección, o sea, la sanción la tenían antes de escuchar y leer la nota de descargo. Lo corroboro, ya que al otro día recibo la sanción de suspensión por 90 días, sin goce de haberes y me instruyen un sumario”, señaló. En la notificación de suspensión –a la que accedió Página/12– el Ministerio de Educación señala que el texto es “pornográfico” y “obsceno” y que “hace apología del uso de estupefacientes”. “No realizaron ningún informe técnico del libro, es decir, no mencionan argumentos sólidos o alguna evaluación seria sobre el libro. Es decir, el ministerio me sanciona en base a un acta de padres y el equipo directivo, sin mi presencia, o sea que no pude justificar la elección de la lectura”, objetó García Hermelo. “Antes de que entregara la nota de descargo, los padres salen en algunos medios y piden audiencia con el ministro de Educación, Marcelo Sosa. El ministro los atiende y decide proceder de ese modo. Me gustaría destacar que los padres no proponen una reunión conmigo, o sea, ningún padre se me acerca, como tampoco el equipo directivo para poder dialogar sobre esta lectura en el interior de la institución. Por otro lado, el ministerio avasalla mi derecho como ciudadana a la legítima defensa, para que pueda fundamentar pedagógicamente el libro. Me sacan del colegio como si fuera una degenerada, una violadora de adolescentes. Eso es lo grave”, consideró la profesora.
El lunes pasado se realizó una marcha frente al Ministerio de Educación para apoyar a la docente, en la que participaron “padres autoconvocados”, organizaciones gremiales y sociales. El martes, el ministro Sosa aceptó recibir a García Hermelo y le comunicó que el gobierno daba marcha atrás en el quite de sueldo impuesto en un primer momento. En la resolución N 73, fechada el 15 de mayo, en la que consta la sanción, quedó asentado que la jefa del Programa de Educación Obligatoria sugirió la suspensión por 90 días y la sustanciación del sumario administrativo “a los fines de preservar el orden institucional y llevar tranquilidad a la comunidad educativa”. El gremio docente Asde, de San Luis, se solidarizó con la docente y señaló que se avergüenza de las autoridades que, “en lugar de convertir un desacuerdo en un acto educativo, han enseñado a alumnos y padres el prejuicio, la intolerancia, el culto al pensamiento único y el irrespeto, además de la inequidad al condenar ferozmente a un docente altamente calificado, en su ausencia, sin darle el derecho de defensa que corresponde”.